miércoles, 21 de enero de 2009

III. Ruptura con la modernidad. La imposibilidad de la certeza y la futilidad de la crítica


      Nietzsche atacó a Kant duramente, no sólo a Kant en cuanto pensador, sino más bien por lo que representaba, por pertenecer a aquellos que urdían más ficciones e intentaban sostener los “errores fundamentales” sobre la razón.  Parte de la concepción de que el intelecto no puede criticarse a sí mismo, y eso es precisamente lo que Kant llevó a cabo. Kant propone que para estudiar el conocimiento y determinar el estatuto ontológico del mismo, tenemos que partir del conocimiento. Esto sólo es posible a través de la crítica que arbitra la distancia entre el sujeto y el objeto. Pues bien, esta crítica del conocimiento a través del conocimiento mismo es lo que Nietzsche rebate: «¿Cómo es posible criticar un instrumento que hay que utilizar irremediablemente para la crítica?»[1].

     Además Nietzsche también le critica a Kant que, sin saber en qué consiste el conocimiento no podemos estudiar si hay conocimiento o no, y mucho menos cuando Kant pretende estudiar “el conocimiento del conocimiento”. 

     Acerca de las categorías Kant las define como conceptos puros del intelecto, son los diversos modos en que el intelecto unifica y sintetiza. Las categorías son para Kant los modos de funcionar el pensamiento. Estas categorías kantianas no son contenidos sino formas sintetizadoras; y es más, Kant afirma la posibilidad de realizar una enumeración a priori de las categorías. En cambio Nietzsche afirma que las categorías son verdaderas en tanto son útiles para nuestra vida, no son algo apriorístico que nosotros descubrimos, como es el caso del que Kant nos habla; las categorías son constructos metafísicos. 

     Otro punto en el que estos autores difieren es el que refiere a la “cosa en sí” y la cosa tal y como se me aparece. Kant en ese sentido fue un revolucionario en su época. Kant manifestó que las cosas no podemos conocerlas tal y como ellas son, sino que únicamente podemos conocerlas como se nos aparecen a nosotros. Esta dicotomía de la que Kant nos habla Nietzsche la niega rotundamente. 


     Otra  de las grandes críticas que lleva a cabo Nietzsche está orientada a reprender a Descartes. Hay diversos puntos en los que ambos autores difieren, uno de ellos es la unicidad que mantiene y defiende Descartes acerca del modo de adquisición de las cosas en nuestra conciencia. En La primera regla para la dirección del espíritu Descartes manifiesta que la verdad no recae en las cosas, sino en el modo en que nuestra conciencia percibe las mismas. De este modo, Descartes nos habla de un proceso de conocimiento que debe evitar la pluralidad de modos de adquisición de las cosas en nuestra conciencia, ya que él quiere llegar a verdades claras y distintas, y estas serán las mismas para todos nosotros. Finalmente, la única verdad que Descartes nos presenta es el cogito. Este lo entendemos como una sustancia pensante que no tiene extensión  alguna, ni remitencias de extensión a sí misma. Como vemos Descartes llega a una verdad, termina con la pluralidad de opiniones que tanto le molestaba, termina con la existencia de tantas verdades como hombres, como nos dice al principio del  Discurso del método.  

     Nietzsche por su parte se opone a la teoría cartesiana. A Nietzsche le embarga la diversidad de pareceres. Asimismo en La Voluntad de Poder afirma: «el encanto de las maneras de pensar opuestas»[2]. Y es que para Nietzsche esa “conciencia” de la que Descartes nos habla que conoce esa “verdad” no tiene lugar, sino que somos una lucha de fuerzas en el devenir constante.  Por eso mismo, no puede haber una única verdad, sino una gran diversidad de puntos de vista.

     De la crítica anterior, se deduce una segunda crítica: Nietzsche no sólo pone en duda la existencia de la conciencia, sino que la niega rotundamente. Para Nietzsche lo que encontramos en ella son también fenómenos, y nos dice que «nada es tan ilusorio como ese mundo interior».  Defiende esto porque recordemos que el sujeto del que nos habla Nietzsche esta compuesto por fuerzas con distintas perspectivas que luchan entre si, no es para nada una unidad.

     Otra crítica que Nietzsche le hace a Descartes está relacionada con su Cogito ergo sum. El pienso luego existo es según Nietzsche una aceptación a priori de la idea de sustancia. En La Voluntad de Poder nos dice: «Decir que, cuando se piensa, es preciso que haya algo que piensa, es un poco la formulación de un hábito gramatical que atribuye a la acción un actor»[3]. Por lo tanto Descartes defiende la idea de sustancia, y para ello utiliza un prejuicio gramatical nuestro según el cual siempre que se da una acción la asociamos con la existencia de un actor. 


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[1]VP, pág.481, Madrid, Edaf (1998).

[2] VP, 465.

[3] VP, 479.